VIAJES INTERESTELARES

heic0607aAsí como una pulsión irrefrenable llevó al hombre a escudriñar la totalidad de su casa, la tierra, y a pesar de que todavía hay partes de ella que no conocemos ni han hollado nuestros pasos, tanto en tierra firme como en los océanos, la misma pulsión irrefenable nos lleva a descubrir lo que hay más allá de nuestro planeta.

Sea esa necesidad de conocer todo lo que rodea, o sea por una razón más pragmática como la de establecerse fuera de la Tierra debido a la explosión demográfica o la necesidad de nuevos recursos con que subsistir, que el hombre desde el inicio de la carrera espacial se planteó el viaje interplanetario.

Y a ello han ido destinados sus pasos, primero alcanzar los objetos estelares más cercanos como la luna, poner el pie en los asteroides, después colonizar un planeta cercano, dominar nuestro sistema solar, llegar al primer exoplaneta, al primer sistema solar vecino al nuestro, e iniciar el viaje libre para conocer nuestra galaxia, la vía láctea.

 

Para un viaje tan largo, haría falta no sólo abandonar los diseños balísticos que hasta ahora han tenido los cohetes. Habría que pensar más bien en un diseño como la estación internacional, aunque por supuesto mucho más grande para albergar a más tripulantes. La dotación debería ser más grande cuanto más lejos se pretenda llegar, dado que más especialistas deberían ocuparse de todas las tareas de abordo.

 

En este caso hay que pensar más en la naturaleza autosustentable de la nave, algo parecido más a un portaviones; capaz de albergar a miles de personas a las que hay que dar de comer y beber; y en la que hacen falta expertos de telecomunicaciones, científicos, ingenieros, y militares, así como asistencia médica, escuelas, gestión de residuos.

 

Otra parte muy importante es que necesita una fuente de energía y una de almacenar grandes cantidades de ésta para poder usarse en la propulsión de la nave de forma segura y controlada.

 

Así mismo debería llegar a cualquier destino en poco tiempo para que aquellos que comiencen una misión puedan verla acabada.

La hipotética nave podría propulsarse por medio de la energía atómica, resultado de la teoría de la relatividad de Einstein, la que además nos dio una velocidad límite que ninguna particular material puede traspasar a la hora de moverse la de: 300.000 km/s

Mover una partícula a la velocidad de la luz requiere una energía infinita, es por ello que se llegó a la conclusión de que no podemos viajar más rápido que la velocidad de la luz.

No obstante, aunque ésta velocidad suponga un límite máximo, con respecto a la galaxia es una velocidad lenta. Nos explicamos:

 

1 año luz equivale a 9 billones y medio de kilómetros y se define como la distancia que recorre la luz durante un año.

 

No es una gran distancia, porque la estrella más cercana a la tierra se encuentra a 4 años-luz, y el resto de estrellas de nuestra galaxia se encuentra a miles de veces esa distancia, y las del resto de galaxias a mimllones de veces la misma.

 

El primer exoplaneta descubierto por el hombre está en la estrella 70Virginis, a 59 años-luz de la Tierra.

 

Si pudiéramos ir a un 10% de la velocidad de la luz, podríamos alcanzar Alfa Centauro el sistema estelar más cercano en 43 años en lugar de 100.000 años, para ello deberíamos encontrar un sistema de propulsión adecuado, en cuyo caso las misiones podrían desarrollarse en décadas en lugar de en siglos y milenios, y lo que es más importante, sus conocimientos resultado de la exploración podrían saberse y aplicarse antes.

 

De la teoría de la relatividad se deriva el fenóme de dilatación del tiempo, fenómeno comprobrado experimentalmente que sucede, aunque no sabemos ¿por qué sucede, ni por qué causa?. Cuanto más nos acercamos a la velocidad de la luz el tiempo parece más lento para aquello que se desplace a dicha velocidad.

 

Si viajáramos al primer exoplaneta en 70Virginis a 59 años-luz a una velocidad cercana a la lumínica para el viajero habría pasado poco tiempo, pero en la Tierra habrían supuesto 120 años.

 

Se da una paradoja, si pudiéramos viajar a una velocidad superior a la de la luz podríamos retroceder en el tiempo, y llegar antes de partir.

 

En 1994 el físico mejicano Miguel Alcubierre formuló el motor de curvatura cuyo funcionamiento sería el siguiente:

 

Consiste en una burbuja de espacio-tiempo plano rodeado por un anillo de materia exótica que comprimiría el espacio-tiempo delante de la nave, y lo expandiría detrás, haciendo que la nave pueda desplazarse a velocidades de hasta 10 veces la velocidad de la luz, sin que realmente se esté desplazando, y por consiguiente sin quebrantar ninguna ley física.

Por desgracia, se requeriría la energía asociada a la masa del planeta Júpiter. Recordemos que energía y la masa se relacionan según la ecuación de Einstein E=mc2, y que la masa de Júpiter es 1,9·1027 kilos. Algo inimaginable.

No obstante, en 2012 Harold “Sonny” White del Johnson Space Center de la NASA, hacía unas declaraciones en el simposio “100 años de naves espaciales” celebrado en Huston, en las que afirmaba que si se sustituía el anillo del dispositivo de Alcubierre por una forma toroidal, la energía requerida sería solo la equivalente a la de la masa de la nave Voyager 1, lanzada en 1977. Pero es más, si se hace oscilar la intensidad de la burbuja que rodea la nave espacial, la energía es sustancialmente menor. Según White, esto transforma esta teoría de impracticable a susceptible de ser analizada.

El problema es que no tenemos ningún sistema que pueda ampliar el espacio detrás de la nave y reducirlo delante sin ir al sitio en cuestión, a una velocidad inferior a la de la luz, y eso es irrealizable.

Si planteáramos el viaje interplanetario como un viaje generacional, sin tener en cuenta el tiempo, podríamos hablar de un sistema de propulsión tipo vela solar, o incluso por fusión nuclear, lo que nos daría una energía infinita para poder realizar el viaje en cuestión.

 

No obstante, seguimos analizando posibilidades, para la consecución del viaje, para llegar allá donde nadie ha estado jamás.